DOMINGO 31

Verde Domingo IV del Tiempo Ordinario [Se omite la Memoria de san Juan Bosco, presbítero] MR, pp. 418 (414); Lecc I, p. 159 LH, 4a. Semana del Salterio

Otros santos: Francisco Javier María Bianchi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo. Beata María Cristina de Saboya, Reina de las dos Sicilias.

SAN FRANCISCO JAVIER MARÍA BIANCHI, del italiano antiguo "franco", "francés", del vasco, "de la casa nueva" y del hebreo Miryam, cuyo significado y etimología son discutidos; quizá -según diversos padres de la Iglesia- "señora", "soberana", respectivamente. (1743-1815). Presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo. Natural de la provincia italiana de Arpino. Su progenitor era un próspero industrial textil, que trataba con afecto a los obreros de su empresa. Sus padres le inculcaron los valores evangélicos y enseñaron las primeras letras. Después de estudiar Derecho, ingresó, en 1762, al seminario italiano de Nola, de la Orden de Clérigos Regulares de San Paúl (barnabitas). Cinco años después recibió la ordenación sacerdotal. Ejerció su ministerio y se desempeñó como docente en el colegio de su ciudad natal y, en 1773, fue profesor de Filosofía en el colegio napolitano de Santa María de Portanova. Como docente, destacó por su comprensión hacia el alumnado y una ejemplar caridad; además de proteger con celo y delicadeza la virtud de niñas y jóvenes. Pasó por duras pruebas cuando posiciones contrarias al catolicismo provocaron intensa persecución religiosa; el padre Bianchi se mantuvo al frente de la feligresía, administrando los Sacramentos y celebrando Misa en la clandestinidad recluido en una habitación anexa a la parroquia del lugar. Sus obras de filantropía y su preocupación por asistir a las clases humildes y sacarlas de la ignorancia religiosa y académica, así como que el Señor le concedió dones extraordinarios, fueron causas más que suficientes para que en vida fuera considerado "Santo". En la madurez, fue atacado por prolongadas enfermedades, que soportó con cristiana resignación, hasta quedar imposibilitado de caminar en los últimos años de su vida; sin embargo, su labor no se detuvo y desde su lecho se convirtió en maestro y guía de un sinnúmero de fieles. Narraciones y testimonios fidedignos dan constancia acerca de que, en el año 1805, durante una erupción del monte Vesubio, las oraciones del padre Bianchi frenaron la corriente de lava que amenazaba destruir la población. Expiró en Nápoles. Fue reconocido y proclamado como el "Apóstol de Nápoles" en 1893. Fue canonizado por Pío XII (1939-1958) en 1951.

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