SÁBADO 30

Verde / Blanco / Rojo Feria, Misa de Santa María en sábado, o San David Galván Bermúdez, mártir mexicano* MR p. 913 (686); Lecc. I p. 553 [Memoria en el lugar donde se conservan las reliquias de su cuerpo]

Otros santos: Jacinta Mariscotti, Terciaria franciscana; Muciano María Wiaux, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

SAN DAVID GALVÁN BERMÚDEZ, del hebreo, "el amado" (1881-1915). Presbítero y mártir. Nativo de Guadalajara, Jalisco, México. Hijo de humildes y piadosos padres. Quedó huérfano de madre en 1884. Ingresó en el Seminario del Señor San José de su ciudad natal en 1895, el cual abandonó, dos años después, al experimentar una crisis existencial. Su vida a partir de entonces se alejó de los principios y valores cristianos. Un día al estar con su novia en un baile, se suscitó una disputa por la joven; David, que se había convertido en un hombre pendenciero y agresivo, golpeó de forma salvaje a su contrincante, por lo que fue arrestado; en la cárcel reflexionó acerca de su conducta y decidió retomar sus estudios sacerdotales. Se ordenó sacerdote en 1909. Fungió como docente de su alma máter durante cinco años; de forma paralela, atendió a enfermos y fue capellán del hospital de San José del Orfelinato de la Luz. En 1914, en plena época de la Revolución Mexicana (1911-1921), se le comisionó la parroquia del municipio jalisciense de Amatitán. El padre se dedicó al mejoramiento espiritual y material de sus parroquianos, distinguiéndose por su celo pastoral, amor hacia los pobres y su servicio y cuidado de los enfermos. Al entrar las tropas revolucionarias de Venustiano Carranza, se le encarceló. Fue liberado y retornó su ministerio. Al enterarse de que el comandante revolucionario Enrique Vera, quien estaba casado, pretendía desposarse con una señorita, el Padre defendió a la joven y se negó a celebrar el matrimonio. Esto le atrajo la enemistad del militar y la tropa. El 30 de enero de 1915, se suscitó un combate entre facciones revolucionarias. El padre Galván asistido por el sacerdote José María Araiza, se hizo cargo de brindar los últimos auxilios espirituales a los moribundos y a trasladar heridos, de ambos bandos, al hospital. Al pasar frente al viejo Hospital de San Miguel, fueron hechos prisioneros y, sin juicio, condenados a morir fusilados. Un indulto salvó de la muerte al Padre Araiza; pero la orden se cumplió al ser asesinado el padre David. Fue canonizado por san Juan Pablo II (1978-2005; 22 de octubre) el 21 de mayo del año 2000.

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