VIERNES 28

Blanco Memoria de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia MR, p. 821 (811) / Lecc. II p. 737

Otros santos: Alejandro I de Constantinopla, patriarca; Moisés "el Etíope", anacoreta.

SAN ALEJANDRO I DE CONSTANTINOPLA, del griego, "vencedor de los hombres" (336). Patriarca. Se desconocen referencias anteriores a su designación -poco tiempo después del Concilio de Nicea (325)- como obispo de Bizancio y primer obispo de Constantinopla (cargo que ocupó hasta su muerte); su consagración -según antiguas crónicas-, se realizó cuando contaba con más de 70 años. Su vida plena de virtudes, santidad y piedad motivó la admiración y los elogios de grandes personajes de la Iglesia de su tiempo, como san Teodoreto de Antioquia (23 de octubre), quien le llamó el "Obispo apostólico". Unió sus fuerzas con san Alejandro de Alejandría (26 de febrero) para combatir las ideas de Arrio (256-336), quien negaba la divinidad de Jesús. Antiguas tradiciones señalan que frente a los apostatas exclamó: "En nombre de Jesucristo les ordeno callarse" y de inmediato éstos fueron silenciados. "Su culto es inmemorial.
SAN AGUSTÍN, "El Doctor de la Gracia" (354- 430). Aurelio Agustín, después de haberse alejado de la fe, retornó a ella hasta convertirse en una de las figuras más relevantes de la Iglesia católica. Destacado filósofo, teólogo, místico, poeta, orador, polemista, escritor y sacerdote. Al santo obispo Pío XI lo calificó como: "Un hombre al cual casi nadie o sólo unos pocos, de cuantos han vivido desde el inicio del género humano hasta hoy, se pueden comparar". San Agustín en su libro las Confesiones, puntualiza: "¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí»".

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