LUNES 10

Rojo Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir MR p. 805 (793) / Lecc. II, p. 1103

Otros santos: Beatos Francisco Drzewiecki y Eduardo Grzymala, presbíteros y mártires; Agustín Ota, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir.

BEATOS FRANCISCO DRZEWIECKI y EDUARDO GRZYMALA, del italiano antiguo, "franco", "francés", y del anglosajón, "el guardián de la propiedad", respectivamente (1942). Presbíteros y mártires. San Juan Pablo, en 1999, beatificó a 108, víctimas de la persecución contra la iglesia polaca, ocurrida durante la ocupación alemana nazi, de 1939 a 1945; entre ellos se encuentran los dos sacerdotes a quienes se elogia el día de hoy. FRANCISCO, oriundo de Zduny Lógica, Polonia. Ingresó en el seminario de Zdunska Wola, perteneciente a la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en 1924 y completó sus estudios teológicos en Roma, siendo ordenado en 1936. Regresó a su población natal en 1937; dos años después fue trasladado a Wloclawek. Fue detenido y encarcelado junto con todos los miembros del clero, los seminaristas y los jerarcas de la Iglesia. En enero de 1940 se le trasladó a la prisión polaca de Lad; posteriormente fue trasferido al campo de concentración alemán de Dachau. Ahí los sacerdotes prisioneros efectuaban jornadas de trabajo de 15 horas diarias bajo condiciones climáticas, alimenticias e higiénicas inhumanas. Quienes le conocieron le describen como "...el hombre que edificaba con su cortesía y premura". Las pésimas condiciones de vida mermaron la salud del padre Francisco, por lo que fue conducido a la barraca de los inválidos en espera de ser llevado a la cámara de gas. EDUARDO, nació en 1906 en la villa de Kolodziaz, Polonia. En 1926, se inscribió en el seminario diocesano de Wloclawek, diez años después se ordenó sacerdote. Cursó el doctorado en Derecho Canónico en Roma. Retornó a su país y se le encomendaron varias misiones pastorales. En agosto de 1940 la Gestapo lo detuvo y fue llevado al campo de concentración de Dachau donde murió en la cámara de gas. Fueron beatificados por el papa san Juan Pablo II el 13 de junio de 1999. Respecto al martirio de los 108 cristianos inmolados, el Pontífice proclamó: "...Los nuevos mártires padecieron torturas, experimentos pseudo-médicos, hambruna y trabajos forzados, y murieron -la mayoría en diferentes campos de concentración- fusilados, ahorcados, decapitados, en las cámaras de gas, o como consecuencia de los malos tratos recibidos. De ellos, tres eran obispos, 52 sacerdotes diocesanos, 26 sacerdotes religiosos, siete hermanos, ocho religiosas, tres seminaristas y nueve laicos, entre los que figura una viuda que pidió tomar el lugar de su nuera embarazada de ocho meses para salvar la vida de la madre y el niño".